( p a p e r b a c k w r i t e r )

martes, 2 de febrero de 2010

Mi evangelio pop

Todos los años llega el día en el que rebuscas en la estantería o en el iPod y, sin mucha intención, eliges un disco de los Beatles. Siempre has sabido que eran buenos, que son buenos, pero, ¡psé!, como que los recordabas un poco sosos. Demasiado pop. Y es entonces cuando una canción, una que te había pasado desapercibida u otra cuyos acordes habías olvidado, te encaja. Surge de los auriculares y se enreda en tus pensamientos, en tus sueños, incluso dirías que la calle se mueve al ritmo de la música. La música se desliza de tal manera en la realidad que parece que es su causa, o su explicación, y entonces aprecias a los viejos John, George, Paul y Ringo como si fueran las personas más sabias del mundo.
Esta vez me ha tocado redescubrir All You Need Is Love. Reconozco que pertenece al grupo de las famosas, ésas que aparecen en el disco de números uno, y que eso le quita encanto. Para colmo, el título es tan relamido que es imposible citarlo sin superar cierto escrúpulo moral o excusarlo de alguna forma: eran los 60, los hippies, el marketing, lo que importa es la música...
A los diez años, cuando escuché la pieza por primera vez, el titulillo me pareció una soberana ridiculez, porque el amor, en la infancia, es una palabra sin significado. O bien lo disfrutas y es obvio, o bien te lo niegan y es irreal. Me quedé con las sorprendentes trompetas, tan ufanas con su proclama ética de amor universal. Años después, cuando llegaron la adolescencia y los chicos y el amor pasó a ser un concepto discutible y (sobre todo) un objeto de deseo, la canción se me antojaba una mala broma. El estribillo se repetía en mi cerebro con la obstinación de las verdades dolorosas, las trompetas representaban las risas de los amantes afortunados.
Por suerte, soy menos melodramática hoy que entonces, y ya no imagino conspiraciones detrás de una frase que, probablemente, se le ocurrió a alguien en un submarino (y no precisamente de guerra). La he cantado con amigos cambiando ciertas palabras por otras, la he puesto a todo volumen mientras me duchaba, en fin, la he sometido al mismo proceso de degradación que a toda la música que me gusta. Y, por fin, el otro día, se me ocurrió una idea que vengaba todos mis sufrimientos de quinceañera. ¿Y si lo que necesitas no es ser amado, sino amar? Amar en el sentido honesto del término, esto es, la experiencia de un sentimiento verdadero de generosidad y entrega, exige un grado de madurez que no todos tenemos. Es fácil confundir el amor con posesión o con necesidad, arrimándolo a metáforas económicas que empobrecen una emoción: al cargar el significado de "amor" en su elemento de apego a la segunda persona, despreciamos otros aspectos. Necesidad o posesión (aún más) remiten a una relación de poder. Y eso ya lo criticamos el otro día, así que no me voy a repetir. Necesidad y posesión son más sensaciones que sentimientos completos, y el amor... El amor merecería ir acompañado de la capacidad de conocer y perdonar. Necesitamos amar como superación de la mezquindad a la que nos vamos acostumbrando. Y eso se aprende, ¿o se recibe? ¿Qué dices tú, San Agustin?

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