( p a p e r b a c k w r i t e r )

jueves, 30 de diciembre de 2010

Joyitas del año

En la línea de la última entrada, unos amigos y yo decidimos recapitular musicalmente los últimos doce meses y elaborar una lista con las diez mejores canciones de este año. Luego pensé que podría ser una bonita manera de cerrar el año 2010 en el blog y celebrar, al mismo tiempo, nuestro primer aniversario. Sólo hay un problema... Y es que, para mi vergüenza, no he escuchado más que un par de discos publicados en 2010. Ya me conocéis. Hacer un ranking sería obviamente injusto. Así que, sintiéndolo mucho, mi top será retro y sentimental: he aquí 10 (heterogéneas) canciones que he descubierto de enero a esta parte y que, por motivos diversos, evocan este primer año de ContraCubierta.

10. I Want to Be Free - Elvis Presley (1957)
Me topé con ella de pura casualidad a lo largo de junio. Si no me falla la memoria, aparece en la película Jailhouse Rock. Igual que Elvis, quisimos tan libres como el pájaro en el árbol, y la melodía ingenua nos consoló por los torpes exámenes. El verano estaba cerca.

9. Romeo y Julieta - P. I. Tchaikowsky (1880)
Tengo que incluir alguna pieza de música clásica, y es ésta la que vengo escuchando los últimos días. Romanticismo destilado, en estado puro. Para Tchaikowsky, homosexual en la Rusia del s. XIX, el amor no podía terminar bien; afortunados nosotros que podemos sentir sólo la belleza de los violines...

8. Nobody's Fault But Mine - Led Zeppelin (1994)
Otra adquisición reciente. Gracias a que oí la versión de Blind Willie Nelson, considerablemente menos épica, di con ésta grabada en 1994 (si me he documentado mal, corregidme). Bueno, ya lo he dicho. Épica. No sé cómo Led Zeppelin consigue ese grandioso desgarro en tantas canciones y tras tantas escuchas.

7. Sabroso - Compay Segundo
Estando en Alemania me di cuenta de que en el iPod guardaba un CD entero de salsa cubana. Ahíta de barroco y luteranismo, salía a correr por un parque con Compay Segundo y Celia Cruz a todo volumen, y a cada zancada me imaginaba estar bailando en alguna noche española...

6. This Is England - The Clash (1985)
Sonó muchas veces, como preparación espiritual para el viaje a Edimburgo. Porque Escocia no sólo tiene ovejas, castillos, galletas; porque hay algo más que fantasmas dentro de las catedrales góticas; porque fuera de los muros de la Universidad hay un mundo. Frente a Edimburgo está Glasgow; frente a los eruditos, los mineros y desempleados de Thatcher; frente a los armónicos y populares Händel y McCartney, el punk.

5. Tatuaje - Concha Piquer (1941)
De pequeña, odiaba francamente a Concha Piquer. Su voz me parecía chillona, la música, insulsa; las letras, estúpidas. Con los años vino la aceptación. La copla, de tan traída y llevada ideología, me recuerda siempre unos días felices en Valencia: tengo que agradecerle a L. que me haya enseñado lo bonito que es cantar aquello de "era hermoso y rubio como la cerveza" mientras se sopesa la cantidad adecuada de comino que ha de llevar el hummus.

4. Cadillac Solitario - Loquillo y los Trogloditas (1983)
Toda fiesta en mi antiguo Colegio Mayor termina a las 6 de la mañana con esta canción. Aquellos que, para bien o para mal, aún andan despiertos a esas horas, se dejan sus restos de voz haciendo los coros al tiempo que, libres y ligeros como bacantes, se quitan la camiseta. Al final amanecemos todos exhaustos, jubilosos: una fiesta más, y nos creemos tan jóvenes como en la primera.

3. Inspiracion - Calexico (2008)
¿Serán las palabras en español? ¿El ritmo? ¿El título? La primera vez que la escuché, repetí más de ocho veces. Suena al árido Medio Oeste, tan filmado, a hombres y mujeres de coraje. La descubrí a principios de otoño, cuando el curso ha empezado y apenas se adivina cómo se va a desarrollar y uno quisiera que sucediera todo. La inspiración venga, quizá, para que así sea y sea lo mejor posible.

2. Sprawl II (Mountains Beyond Mountains) - The Arcade Fire (2010)
The Arcade Fire vinieron a Madrid el pasado 20 de noviembre. Estuve allí, y según pasan las semanas se intensifica la intuición de que fue uno de los mejores conciertos de mi vida. La voz al borde del sollozo de Win Butler, la voz etérea de Régine Chassagne, su danza: creímos volar más allá de las montañas. Aun hoy, sigo creyéndolo.

1. Time to Pretend - MGMT (2007)
Se diría que es típica, electrónica, frívola. De acuerdo. ¿Y qué? MGMT hace de la frivolidad virtud: somos jóvenes, es tiempo de juego y disimulo, disfrutemos de la vida y vayámonos a París. El fondo de la canción es tan amargo como el poema de Gil de Biedma. Sabemos que la vida va en serio... Pero finjamos que no. Es tan autoconsciente que (me atrevería a decir) superará el paso del tiempo; y si no, tampoco importa. Será tan efímera como nuestra propia juventud.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Agujeros negros

Aunque las grandes multinacionales se empeñan en iniciar sus Navidades el 15 de noviembre, las mías siempre comenzarán el 8 de diciembre. Cuando era yo pequeña aprovechaba el puente de la Constitución para montar el belén, y esta costumbre ha podido más que cualquier calendario publicitario o litúrgico, incluso ahora que no tengo belén y las reuniones familiares son más bien raras. Antes del 8 de diciembre, las Navidades quedan lejos; después, ya están aquí. Guardo este sentimiento como un recuerdo de infancia, supongo. Y ya sabemos que los recuerdos son especialmente considerados en estas fechas.
Sí, parece apropiado hacer memoria en Navidad. Ya sea por las largas tardes en casa al calor de una infusión, un libro o una charla, ya sea porque decimos que aquí acaba un año y aquí empieza otro, se nos invita a recapitular. Acepto encantada: mi obsesión por narrar se nutre más de la memoria que de la imaginación. Mediante la repetición del ritual navideño podemos señalar qué ha cambiado en los últimos meses, en los últimos dos, siete, once años, construyendo con estas diferencias un relato que aspira a coherente. El propio ritual evoluciona. Cada alteración es una muesca en la pistola: puede erigirse en símbolo del cambio particular en cada uno o desencadenar una historia entera.

Neighbourhood #1 (TUNNELS) - Arcade Fire

Como decía, en esta época se agolpan tales signos, pero - sobre todo para un carácter memorioso como el mío - la vida cotidiana está también llena de pequeñas magdalenas de Proust. Pasar por una calle, oír una canción - la música actúa como una verdadera sustancia psicoactiva - o una frase, pueden evocar sucesos y emociones olvidados; a veces, la reminiscencia es tan vívida creemos volver allí, a aquel momento. Sonrío ante el viejo chiste, me río con el amigo que ya no está, me conmueve otra vez su historia, recupero la alegría por la buena noticia o la ilusión de la adolescente enamorada: el mundo perdido se levanta ante mis ojos. Sin embargo, no todos los recuerdos son buenos. También siento de nuevo el sabor agrio de la ira y el amargor de la decepción, remordimientos por los errores cometidos, el dolor ante la ofensa o la más pura tristeza. Me veo, inesperadamente, en un mundo fatalista poblado por fantasmas. Fantasmas que yo creí haber borrado de mi mente y que se obsetinan en retomar conversaciones ya mantenidas. La distancia histórica apenas los hace más débiles, pero sí más incontrolables: de ahí la brutal desazón que provocan tanto el arrepentimiento como el rencor, emociones estériles que surgen contra acontecimientos ya pasados. Contar la historia es justificar la emoción buscando su fuente desaparecida, y por eso resulta un alivio y por eso resulta un alivio efímero. Lo que pasó, pasó, y ya no puede ser de otro modo. De hecho, cada vez menos.
Todo este asunto me causa una grave sensación de impotencia. No se puede esperar vencer a los fantasmas: al menos, no a corto plazo. Tienen el desagradable (y freudiano) hábito de tornarse más insidiosos cuanto más rechazados se sienten. Sin ser mi primera opción, he de considerar la resignación y el perdón a mí misma y a todos los demás. No hay una definición clara de qué es perdonar, y tampoco de su relación con el olvido. ¿Es más fácil perdonar una vez has olvidado? ¿Sería acaso un perdón en el sentido estricto del término? No lo sé, y no es el caso; aun concediendo que toda memoria es selectiva, la afición por el relato me lleva a recordar, y recordar con intensidad incluso lo que preferiría olvidar. Los fantasmas son sombras de aquello que nos callamos a nosotros mismos, pero los fantasmas están ahí y se hacen oír, ¿cómo voy a perdonarlos? Todo lo contrario: discuto con ellos. Los fantasmas pueden arrastrar y obviamente esto implica desatender el presente que, al contrario que los inmutables fantasmas, aún aceptaría mi modesta influencia. Viajamos en el espacio-tiempo de manera radical, aunque no por ello menos imaginaria. El viaje es absolutamente insostenible: o nos dejamos absorber, o retomamos el aquí y el ahora.

STARLIGHT - Muse

Ah, pero no se puede echar a los fantasmas, no se dejan. El pasado también lo hicimos nosotros y los recuerdos conforman nuestra identidad, lo ha dicho ya mucha gente. Quiero creer que existe un punto medio en el que se vive el presente sin renunciar a los recuerdos, la nostalgia, el rencor y el arrepentimiento permanecen difuminadas al fondo. Gocé y sufrí, claro; reconozco que no puedo deshacer aquello por lo que gocé o sufrí. Así me he reconciliado con los fantasmas. Acepto su presencia e ignoro sus voces, en un frágil equilibrio que, ojalá, sea semejante al perdón.